martes, 6 de diciembre de 2011

Cuanto no estas - II

Día 8
Cuanto la tormenta pasa... Algo sucede después. No recuerdo qué, pero siempre sucede algo. Ahorita estamos en medio de ese "algo". Porque tú estas viviendo un estado muy diferente al mío. Es como si viviéramos en épocas diferentes, en años diferentes y fuéramos personas distintas.

Hablarte se ha vuelto algo menos tenso para mí ahora. De ayer a hoy ha existido un cambio bastante notorio. He pasado por una especie de aceptación. Sé que no te vas a dar cuenta de que estoy molesta hasta que regreses, no te has dado cuenta de que me siento mal o nada. Nada de nada, como dicen a veces en las telenovelas. Entonces, no me queda nada más que esperar y ser paciente. Lo cuál, no te mentiré, no es fácil, nunca he sido paciente en mi vida. Solamente mírame cuando uso al computadora, siempre terminan con las pantallas blancas, agredidas por mis intensos y desesperados clicks.

En fin, hoy hablamos, es viernes y me comentaste de fiestas. Desde que me llamaste el miércoles es todo lo que me hablas, fiestas y puras fiestas. Por lo que leo en la página del ELEA parece ser todo eso. La eterna celebración. Eso me sorprende-incomoda-extraña. ¿Te has ido a tonear? ¡Entonces te has ido al tono más caro de tu vida! Espero estés sacando algo más que alcohol en tu sangre.

"Travesura en mi cumpleaños" Esa frase sacaste a relucir, en tu cumpleaños, sí pues, qué pasará en tu cumpleaños, el ir a dormir a tu casa. Hasta hace muy poco, no he querido ir, es más, aún no quiero porque el estar contigo sola o la intimidad me hace sentir muy obligada. No me gusta la obligación, no ese tipo de obligación. No quiero presionarme a acercarme, no ahora. No nunca. Sentí que cuando mencionaste tu cumpleaños, mi voz se disolvió en la línea y sus tonos bajaron bastante, como si de pronto, se apagase hasta un ligero mute. Como si la saturación de color se degradase hasta el blanco y negro. Seguimos hablando.

Me di cuenta que ya no era esa chica de voz hosca que parecía enrojecida en cada línea que soltaba por la boca, estaba más tranquila, más serena. Tenía momentos y altibajos en la conversación, pero ya no tenía esas ganas de colgar el teléfono, ya no quería hacerlo. Quería asegurarme de saber que de verdad estaba hablándote a ti, a quién no le había hablado en tantos días.

Día 9
"Ven a recogerme" sentí que mi corazón latió fortísimo. No sabía como responderte, si decirte que no. Así que te dije que sí. Porque, sobre toda cosa odiosa, SÍ QUERÍA. Quería verte, te había extrañado, por más que había maldecido tu nombre en vano y había decidido no darte cabida en muchos lados. Tenía curiosidad de ver en qué te habías convertido, si de verdad seguías siendo eso que recordaba... Quería verlo.

Porque a veces soy una mala creyente, y necesito ver para creer.

Conversé con mi mamá, y me dio el permiso. Pero no contaba con los medios, la forma de ir. Me dijiste que moverías los hilos para que llegue a ti. Eso me sorprendió, pero no lo creí posible. Me sentí nerviosa, porque no quería forzar situaciones en tu familia y que me lleven por obligación, sería incómodo. Pero ambos queríamos que esté ahí por diversos motivos. Imaginé por un momento que me extrañabas y que querías verme, y eso me ablandó el corazón. Es inevitable que los sentimientos broten entre el fastidio o la necesidad, pensé. Porque no voy a dejar de quererte en una semana. Recuerdo que hace mucho tiempo -dos años quizás- me dijiste que si nosotros termináramos o nos separáramos por esos desvaríos de la vida, sufrirías, sí, un par de días pero luego seguirías adelante. Me sorprendí por tu capacidad de recuperación y, bueno, no te mentiré, me sentí un sencillo en tu recuerdo. Esta vez me pregunté si todo sería igual de simple. Me lo negué por un momento, no podría -creo- porque sino no me estarías diciendo para que te recoja en el aeropuerto. No creo que solo sea un capricho tuyo. Aunque nunca se puede saber.

Entonces solo esperé un momento, a ver si algo sucedía, si alguien llamaba a decirme algo. Si sonaba el teléfono con ese ring esperado.

Pasó hasta la noche que llamó tu mamá. Me había olvidado de ir al aeropuerto, o de que eso podía suceder si quiera para ese momento. Su voz sonaba tan animosa como siempre al inicio, de pronto se fue enroscando en una incomodidad aterciopelada que le mordía la lengua en le teléfono. Me di cuenta que llevarme no le era un placer.

Quedamos en que vendrían por mí a las 10, inicialmente le ofrecí encontrarnos en la Richi, para hacerlo menos obligatorio, pero luego me dijo que vendrían a mi casa. Esta bien, ¡muchas gracias!

Colgamos, pensé que nos habríamos hecho más cercanas después de toda esta situación de que te habías desaparecido del mapa a tu gusto, pero bueno. Imagino que no fue así.

Día 10
He dormido mejor de lo que quizás otras personas podrían pensar, normalmente se podría imaginar que estaría ansiosa por tu venida, pero he dormido plácida y hasta tarde. No he tenido necesidad de levantarme temprano y he estado perezosa. Me ha gustado dormir y hacía tiempo que no dormía tan bien. Ha sido reconfortante especialmente en esta semana de tan malos sueños.

El día ha sido muy lento, muy pesado. Sé que ya debes estar en Santiago, al menos, me dijiste que a partir del medio día, ya estarías ahí. Me he puesto a repasar por un momento la semana. Me acordé de un profesor, que no sé ya en qué día, me hizo unas bromas muy graciosas y comprometedoras con respecto a ti. Que seguro te habrías tirado a muchas chilenas. No sé si sea así. No sé si seas ese tipo de chicos, a veces creo que no, pero en tus sueños siempre te tiras a chicas distintas a mí. Y sé que con Paolo les gusta pensar en distintas mujeres. Imagino que son esas fantasías de hombre que siempre les abundan. ¿Qué haré si algo así me viene de sorpresa? Recuerdo que una amiga me dijo que su chico, en un viaje, estuvo con otra chica, y ella lo perdonó, pero... Yo no soy como mi amiga. Yo no pienso en que haya otras chicas o en verte de la misma manera.

Qué difícil es filosofar y pensar cuando no te tengo para comprobar todas mis dudas.

La llamada de tu mamá ha llegado a eso de las 6pm. La contesté sorprendida, la esperaba un poco más tarde, me dijo para encontrarnos en Plaza Lima Sur a eso de la nueve, le dije que ya. Tenía tiempo. Todavía estaba haciendo fotografía pero hasta terminar y arreglarme estaba sobrada.

Click, shot, click, shot, click, shot...


Volvieron a llamar a las siete. Era tu mamá de nuevo, me dijo que quería verme en quince minutos en Plaza Lima Sur. No la hacía, ni en taxi, ni en nube voladora. Me sorprendí su cambio. Me dijo que era porque iban a visitar a un familiar. Le pregunté que porqué el cambio y me dijo que les era más fácil. Me incomodé. Sentí mi estómago dar vueltas y... Sí, es la verdad, quise colgarle. Le propuse encontrarnos en la Ricardo Palma. No... No, no, no. No iba a ir. Me di cuenta que no había forma de que fuera en ese momento, quizás, querían que fuera algo muy familiar. Le diré que estabas ocupada con tus cosas de la universidad, si, sí. No dije nada porque no iba a cambiar de opinión, y todo estaba decidido.

Se fueron y yo no fui.

No lo negaré, me quedé quejándome y lamentándome en mi cuarto por no haber ido. Al final, si quería estar ahí. Mi mamá me dijo que bueno, que ahora tenía tiempo para descansar, que nos veríamos con más tranquilidad el lunes. Yo quería revolcarme un momento más en mi fastidio.

Pasaron unas horas y recibí una llamada, eras tú con una voz que sonreía. Me dijiste que ya estabas acá, que estabas con tus papás y reclamabas mi presencia. Se escuchaban los pasos en tu redor y los tuyos. No fue una extensa llamada, pero nos prometimos vernos. La prontitud era algo que no se alcanzaba con la facilidad que quisiera para saciar la repentina y casi casual ansia de verte.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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