domingo, 8 de enero de 2012

Imagino

Imagino que quizás debería decir algo, abrazar mi molestia y despotricar con malicia, con toda la sinvergüencería que mi cuerpo, pocas veces, se digna a abandonarse.

Enfadarme, expresarme con el enrojecimiento que me abunda tras la pequeña forma en cómo uno puede juzgar, decir y, sin cohesionar antes, lo que esta a punto de brutar por los labios, con una serenidad que no tiene un sentido más allá, que la neblina que nos gira en derredor.

Recuerdo que alguna vez me escuché la palabra ciclo trófico. Si bien eso se aplica para la comida, la vida esta llena de ciclos, de cosas que conllevan a otras, si no existieran tantos prejuicios, quizás no habría tanta gente pobre, y quizás no habría tanta brecha social; no obstante, la existía de prejuicios -y el crecimiento de los mismos y nuevos- genera más gente en escasez. Se agranda la brecha.

Yo vivo en un ciclo, donde mi padre comporta como él solo se puede comportar, y tú me llamas la atención de lo que tú crees que vivo, mi madre vive su vida de madre excepcional -y no hago sarcasmos al respecto, es una madre increíble- y mi hermano "habla solo en su cuarto". Y se repite una y otra vez.

Pero imagino que, como todo en la vida, tiene un quiebre, un ente que en algún momento se agota ante la sobreexposición y ambos choca, como dos imanes que se apartan y todo queda sobre-expuesto. El ciclo cae en recesión y hasta que todos quieran verse las caras, mantener una vida en familia y seguir ese ciclo con naturalidad: hablar solos, ser excepcionales, y volver a ser padres tan frontales -por maquillar todo de alguna forma- debe pasar un tiempo de tensiones, miradas incómodas y dolor.

Antes que nuestro ciclo regrese a la normalidad, yo no quiero verte.

O despotricaré con llamas de fuego cayendo por el rostro, y los ojos hinchados de cólera, por el atrevimiento que planeas. Porque mi paz no es la misma. Porque te acercas y merodeas mi espacio. Porque te burlas de mí y de mi forma de pensar al acercarte con tu planteamiento cursi de que el perdón existe y que debo entregarlo a diestra y siniestra, como si cualquier persona fuera merecedora de un obsequio tal. A ver, cómo te ganas algo así.

Porque si algo de TI he aprendido es que hay palabras que no se desperdician en momentos equivocados. Y ahora, decir lo siento es uno de esos.

No hay comentarios: