Sentada a su lado, pensando en lo que había leído de él me di cuenta que era una persona de gente. Desde el día de anterior había llegado a esa conclusión. No era una conclusión muy encantadora, pero era una.
Lo vi, sentado, mirando, escabuyendose por todos los lugares que pudieran darle alguna clase de interacción. buscando sus nuevas obsesiones, como yo les digo, y sí, es un chico-hombre de gente, de alguna clase de gente, pero gente al fin.
Me acordé de su hermana, de alguna vez pasada -muy pasada ya- que compartí una conversación muy mera con ella y me dijo que él era exquisito, que era una persona muy específica para escoger a la gente con la cual interactuava. En ese momento yo solo reí y no le dije nada, me pareció curioso y un tanto pipirisnice. Sé que en ese momento, quizás lo dijo para hacerme sentir como especial. O al menos, distinguida.
No obstante, llegamos a la misma conclusión, él necesita de personas, de estar rodeado de alguien. Necesita sentir que su rededor esta no necesariamente conglomerado de alguienes, pero al menos esta con alguien. Y en estos momentos soy yo. Soy su persona sustituta. Soy quien llena temporalmente -y quizas no completamente- esa necesidad de que alguien debe estar ahí.
Pero no, no me malentiendan. No es que sea incapaz de estar solo, lo ha estado varias veces y en varias ocasiones, como se escucha en las películas me he sentado en un lugar lleno de gente y me he sentido completamente solo, sí, él ha pasado por eso. Y quizás, por eso necesita tanto gente que le gire como satélites. Como ligeras y superficiales conversaciones que hagan todo menos dominguero.
Entonces lo veo de nuevo, sumergido en sus cosas, en sus entretenciones tan de él. Me mira y sonrío. Sus obsesiones y yo somos como tan superfluas como el aire, y volaremos cuando debamos ser reemplazados por una nueva -y más peculiar- divesión.
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