En realidad yo no me di cuenta.
Igual como no me di cuenta que el momento de nosotros iba a llegar, tampoco me di cuenta que el momento de esto estaba cerca, que había llegado. He tratado de pensar porqué no me lo esperé, si fue porque me acostumbré a los pequeños momentos fugaces de esto, de que fuera un segundo en el espacio que iluminaba la habitación y seguía una sonrisa tímida. Lo justo que encerraba en sí un misterio que sería revelado solo muy pocas veces y que sería limitado por un instante y que no sabíamos porqué, solo que latía fuerte en ese momento. Raro pero maravilloso.
Entonces recuerdo nosotros, otro gran enigma porque nosotros es un algo extraño, un algo incompleto porque no nunca tuvo un nombre, nunca tuvo una denominación completa de la cual se pueda hacer honra. No obstante, ¡eso es lo increíble! ¿Cuántas personas pueden decir que relación que tienen es tan particular que no tiene nombre? No se si muchas, pero no sé, a mi me encanta, espero nunca tener nombre. Espero que siempre podamos ser así, sencillos, con los Simpsons y la gaseosa y las cochinadas que comemos. Seeeh.
Entonces regresamos al punto inicial, donde no sabes bien las cosas, porque a veces es bueno no saberlas, ser un poquito ignorante o pasarlas desapercibidas porque los formalismos son solo de la sociedad y PFF con la sociedad y sus cositas, y sus papelitos, te dices.
Y esto, vaya esto. No lo habías esperado. Siempre pensaste que no sucedería porque no pensaste que no llegarían a donde están, pero ahora estan sentados uno al lado del otro conversando sobre a dónde irán juntos a Año Nuevo y sonríes porque tienes un vestido nuevo que enseñarle porque, Dios, le quieres a morir.
Y a veces piensas que ojala alguien te hubiera detenido, pero te abrazas a su cintura y piensas que le hubieras amado de igual manera, sonríes, era inevitable.
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