Me levantaba temprano, estaba aún perezosa, pero quería levantarme temprano porque era un día importante, además, quería estar casi bonita, no como todas las mañanas que estoy aún mas despeinada y con toda la cara cansada. Además, tenía que levantarme temprano.
Fui al baño sin hacer ruido, me lavé la cara, los dientes y me peiné un -muy- poco y regresé por mi sábana. Hacía frío. Tomé la sábana grande de polar celeste con la que había dormido y caminé sin hacer sonidos hacia la sala. Contra todo lo que había pensado, seguías ahí. Eran las ocho o un poco más, y seguías ahí. Hasta parecía raro.
Tu cuerpo me daba la espalda, estabas leyendo Verónika decide morir de Coehlo, estabas ensimismado creo, al menos, lucías así. Llegué cerca a ti y volteaste un poquito. Nos miramos, ya era el día siguiente y habías pasado un día aquí, sonreí. Esas cosas no suceden a menudo, pensé. Me senté cerca a ti y conversamos, todo era tan ensoñecido y tan real. Porque parpadeaba y seguías sentado, con esa pose cansada y esos ojitos chiquitos.
Será porque ha pasado el año viejo. Será porque este año va a tener algo genial que celebrar.
1 comentario:
Sí, esa vez la tengo muy vívida en mi mente. Amanecer en un lugar en el cual nunca pensé dormir ni por mera casualidad.
Verte de mañana, con esa idea vespertina, fue una sensacion nueva, extraña, pero calida...
Publicar un comentario