jueves, 2 de diciembre de 2010

Recuerdos y magia

Era como caminar, se dijo. Mientras dan pequeños pasos entre todas las letras, los números y las imágenes que no eran de ella. Rebuscaba un poco, como haciendose la despistada, la que no sabía que pasaba.

Recogió una hoja pequeña, algo escrito. No era de aquel lugar en donde estaba, era suyo. Seguro se había deslizado desde adentro de ella, de alguna luz de su interior. Lo tomó veloz mente para que no se lo quedase aquel lugar y nunca y nunca lo sepa. Lo leyó aunque sabía lo que decía, no lo había escrito hace mucho por lo que recordaba bien lo que cada palabra significaba. Ya no podía entregar esa carta, se dijo. Mientras se devolvía dentro de ella desde su centro. Ya no era el momento.

Caminó un poco más entre las letras, entre las palabras de esa cavidad infinita. Todo lucía borroso y como en trasparencias. Paparedeó varias veces. Miró hasta otro lado y encontró entre todas las lentras espesas y desmoronadas, un nombre familiar, se acercó alejando unas imágenes que aparecieron de pronto. Se quedó de pie frente a ese nombre, podía verlo bien, lo recordaba. Se frotó la frente y entre cerró los ojos frunciendo el ceño. Volvió a abrirlos y el nombre seguía ahí, solo que había tornado otro color. De pronto, una imagen de dentro de sí salió. Brillaba, brillaba muy fuerte.

Una vez fuera la sujetó con ambas manos, sentía que se deslizaría porque la imágen parecía estar hecha de agua. La acercó a su rostro y estrechó los ojos. Habían dos personas. Miró de nuevo el nombre. En la imagen estaba la persona de aquel nombre.

Se quedó un momento parada mirando la imagen, la tocó con cuidado para que no se rompieran las gotas. Miró a ambos individuos, miró el fondo de la foto. No reconocía nada. Ella no había estado ahí. Yo no he estado ahí, dijo por fin en voz alta. Entonces un nido de palabras se formó a su izquierda y otra imagen salió. Era otro personaje de la foto, pero solo. No se movió de su sitio, solo miró de lejos, como adormecida. Luego regresó la mirada a la imagen en su mano, esa imagen hecha de agua, y la dejo caer al infinito, donde la vio absorverse por el espacio.

De pronto, la imagen apareció a su derecha y en medio el nombre, y en medio la otra imagen de aquella otra persona. No miró ninguna imagen, no miró las palabras donde estaba parada, solo estiró un brazo y tocó el nombre con toda la palma de su mano, hasta que sete se empujó hacia adentro.

Entonces, se abrió una ventisca uniforme que la botó lejos del lugar en le que estaba parada y la cavidad se expandió, las imágenes desaparecieron, se replegaron hacia los lados mas estrechos y el camino se hizo angosto. Todo se lleno de palabras, letrillas, unas mas grande que otras. Qué demonios, se dijo bajo, mientras miraba todo lo que había formado frente a ella. Sus ojso comenzaron a rodar sobre las letrillas y vio como estas se encendían conforme ella las dejaba atrás. No era un conjunto largo, solo era imponente, pensaba mientras se ponía de pie sin dejar de vislumbrar cada palabra.

Una vez terminada con todo lo escrito, no quedó nada en la cavidad, solo un fondo brillante con quemaduras, sin camino y con imágenes elastisadas. Sus ojos estaban irritados y se mordía los labios constantemente. Caminó hasta una de ellas, hacia la del personaje solo y presionó, hizo fuerza con sus talones y con sus antebrazos. Arrimó algunas cenizas y otras palabras que quedaron apiñadas en el camino mientras oponía fuerza. Ábrete, debo salir de aquí, ¡no puedo quedarme aquí! alzó la voz mientras sentía la sangre brillar en su cuerpo, enrojeció.

Entonces, la imagen se compungió hacia adentro como un bloque de cemento y se vio una luz amarillenta en el fondo. Estaba cerca, presionó con mayor ímpetu y llegó a ver como desencaba aquel recuadro pesado de la cavidad, podía ver algo afuera. Ella brilló desde adentro y algo se cayó.

No prestó importancia, siguió empujando, una gota de sudor resbalo inquieta por su frente hasta su cuello. Había un espacio por donde podía salir si se apretaba bien. Brilló de nuevo y algo más cayó de ella. Logró deslizarse entre ambos labrillos inmesos del espacio de palabras quemadas e imagenes estrechas y, saliendo, vio mientras el finito se tragaba aquella hoja pequeña y una fotografía que también estaba hecha agua, pero hecha de una agua muy azulina. No logró alcanzarlos y salió.

Entonces supo ese secreto y se quedó con ese pedacito de ella, para que no lo recuerde más.

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