miércoles, 8 de diciembre de 2010

Alucinaciones

Era pura arena, un infinito de granitos claros iluminados por el sol. Brisa fresca. El cielo era celeste, había pocas nubes, estaba despejado. Mis ojos estaban entrecerrados al igual que los labios, estaba echada de lado apoyada en mis manos, como si fuese a dormir. Estaba en la playa. ¿N0? Sí, Embajadores.

Sentí una mano tibia apoyada en mi cintura, una mano que abarca con sus dedos extendidos toda esta y mi cadera, rebalaba suavemente la curva de mi cuerpo. Una caricia mínima. Sonreí con una sonrisa a medio labio y sentí su respiración atrás mío. Entonces, su cuerpo se movió sobre la toalla playera contra el mío. Un calorcito y sentí su pierna entrecruzarse con la mía. Estoy aquí, decía sin decir. Me removí en mi sitio con pereza.

Comencé a girar con la torpeza de una persona dormida, aquella mano no se despegó de mi cadera. Una vez en mis sitio, acomodó mi bikini verde agua. Su rostro estaba iluminado por el sol brillante, tenía los ojos entrecerrados y el cabello le caía disparejo por el rostro. Tan tierno, pensé. Su sonrisa era una línea tranquila. Frunció la naríz. Su mano paseo por mi espalda hasta un poco mas abajo de mis caderas una y otra vez, como deslizandose por un camino en caída. Le besé los labios llenitos y reímos en nuestra sencillez. Su dedo índice se metió en mi ombligo y me retorcí. ¡Cosquillas! le dije antes de mirarle nuevamente al rostro y sonreír. Me besó la nariz en un beso de esquimal. Cerré los ojos.

Y cuando los abrí, Elvis ya no estaba.

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