miércoles, 6 de octubre de 2010

Ella.

Era una gran habitación, una bonita habitación. Había llegado a esa casa con una intención amable, graciosa. Quería darle una linda sorpresa. Eran amigos, habían quedado de esa manera y ella estaba complacida, conformada, pero feliz. Había planeado eso desde hacía un mes, antes de que habían quedado de esa forma un tanto más distante de lo que eran. Más lejana de lo que habían sido. No se habían visto en un tiempo, en dos semanas y media.

En fin, ella llegó, gracias a la ayuda de una amiga que en realidad no debería ser tan amiga suya porque es pariente de su amigo -su tía-, y comenzó su sorpresa. Caminó hasta la habitación y le pidio, por favor, le avisará -como el plan indicaba- que revisara donde ella estaría escondida cuando llegase, pero sin decirle que ella estaría ahí. Inició todo su revoltijo y se metió al lugar en aquella habitación donde esperaría que viniese, sabía a que hora llegaría, él siempre llegaba a esa hora, le dijo ella, antes de ayudarla a esconderse en tu huequito. Nunca dijo nada más. Salvo una sonrisa que siempre le daba antes de escuchar la puerta de la alcoba cerrarse.

Entonces, sacó su celular en el lugar estrecho y comenzó a ver sus mensajes, comenzó a pensar y a hacer tiempo, faltaba poco tiempo, miró a su alrededor. Todo era chiquito. No podía moverse, se descubrió un poco su huequito, podía ver a penas a fuera, pero sabía que no podían verla. Así que asomó un ojo, curiosa, nada había cambiado. Todo el cuarto era igual.

AH, no, espera. Había una casaca nueva. Y se dió cuenta que la chompa que dejó hacía un mes seguía colgada ahí.

Sonrió con nostalgia pero de pronto escuchó ruidos, miró rápido su celular para ver la hora. Era más temprano, se extrañó. ¿No terminaba aún en media hora? ¿Cuarenta y cinco minutos o algo así? En fin, no especuló y miró por el pequeño espacio y vio como forcejeaba un poco la puerta, como si la llave no diese. Se preguntó si es que su tía le habría dicho algo y se emocionó. Le latió el corazón. Escuchó murmullos, un segunda voz. La puerta se abrió.

Entraron pasos presipitados, cuatro pasos. Dos pares de piernas. Dos pares de manos. Hambrientas. Sus ojos se abrieron grandes, más de lo que ya eran, se quedó quieta, sin saber que hacer. Sacó la vista de aquel hoyuelo por el que veía al exterior, escuchó la voz de su amigo. Escuchó la voz de la amiga de su amigo. Cerró los ojos.

Sonó la pared, sonó un gemido alto, ella conocía esos sonidos, ella alguna vez los había emitido. Se dió cuenta que sus manos no alcanzaban a sus oídos, se dió cuenta que no podía moverse. Escuchó que él le pedía que se quitase algo y ella le hacía caso con risas. Se dio cuenta que ellos no habían pasado por donde su tía. Debieron entrar a escondidas se dijo. Ella nunca dejaría que esto me suceda. Se repitió. Quiso creerse, ella confiaba en esa mujer.

Se escuchó un suspiro ahogado, ya no quiso identificar de quién, aunque si lo sabía. Se comenzó a asustar, sabía lo que seguía. Ella ya había estado en esa posición. Ella ya había pasado por todo lo que estaba sucediendo. No sabía si salir o no. ¿Qué haría si saldría? ¿Qué haría si se quedaba adentro? ¡¿Qué haría?!.

Nuevamente intentó llegar a sus oídos. No pudo. Sonó la cama, Sono una voz aflautada y un ronroneo suave, sono el viento, sonó una voz ronca, sonó la ropa que caía. Miró por el agujero. Desnudez. Los ojos le picaron. Le picaban y no podía rascarse, no podía hacer nada. Se mordió los labios porque estaba atrapada en un lugar, por una tontería, por una sorpresa. No emitió ruidos. Estaba tan callada y ella nunca era callada cuando lloraba. Trató de respirar bajo. Cerró los ojos. Escuchó que aquella chica alzaba el nombre de él, entonces, ella también lo hizo. En su mente.

Se recordó que solo eran amigos. Se sintió idiota. Se peñiscó la pierna, como solía hacer cuando estaba triste. Escuchó jadeos, "AHH's" y "OHHH's" todos ellos ya los había escuchado antes. Todos ellos ya los habían dicho antes. Justo, cuando eran amigos y algo más. Algo un tanto inútil más. Alcanzó con la lengua una lágrima y frunció el ceño. Aquella chompa no era nada. Aquella chica lo era todo. Escuchó la cama resonar, escuchó él sonreir, decir cosas. La chica le dijo que lo amaba y él solo rió antes de darle un sonoro beso. Entre ruidos y suspiros, alcanzó levantar sus manos y taparse los oídos. Había gemido tan alto. Tan, tan alto.

Se jaló los cabellos de la nuca con una rabia escondida, con desesperación. No sorportaba estar ahí ya. No sorportaba escucharlo hacer lo que hacía. No soportaba ser su amiga en ese momento.

Lo quería, lo quería mucho. Hubiera querido esa amiga y algo inútil un tiempo más. Hubiera querido ser esa chica enloquecida en esa cama.

La puerta tronó de pronto. Ella giró como si la llamasen a ella. Pero se topó con una de las barreras de su escondrijo. No se animó a ver por el orificio. Sus ojos estaban muy aguados. Una voz sonó, era su tía. Rogó que ella supiera, que ella se acordara que ella estaba ahí. Lo llamó por su nombre, le dijo que por qué la puerta estaba cerrada con llave y él le susurró a su amiga que se vistiese rápido mientras decía un veloz "Qué sucede" Sonó un mohín y muchas quejas bajas de una voz melosa. Ella sintió escalofríos, comenzó a temblar.

Su tía le dijo que abriese la puerta y demoraron. Luego pasos, dos pies. Ella se asomó por el huequito y lo vio vestido. La puerta se abrió. No vió a la mujer, pero escuchó una voz preocupada. "¿Quién es tu amiga?" La presentó. La chica no se movió de su lugar en la cama pero sonó un Hola amable. "¿Has revisado tu sorpresa?" la tía se escuchó preocupada. Él lucía sudado y con un cada de apuro. Ella se mortificó, sintió nervios, sintió unas terribles ganas de salir. Sintió que era su oportunidad. Una sonrisa mínima se gestó para luego perder forma en su rostro.

Vio por el pequeño hueco como en cámara lenta como él se acercó a donde ella estaba. Ya no había emoción por verlo, ya no había emoción por desearle nada. Solo quería ser libre. Irse.

La puerta de su escondite se abrió y todo había terminado. Él estaba frente a ella. Ella lo miraba con los ojos revueltos, la cara rasgada y los brazos caídos. Él supo donde había estado todo este tiempo y sus ojos se hicieron chiquitos y amarillos, como cuando quiere llorar. Ella sonrió nuevamente, de esa misma manera tan mínima y terriblemente dolorosa que luego desaparece y alcanzó a decirle "Que tengas un buen día" No miró a la chica con quien él había estado, no le agradeció a la tía de él. Solo quiso alejarse y tomar su chompa del perchero. Alejarse de un amigo que no puede ser su amigo y de unas ilusiones que no pueden existir.

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