Es muy simple, solamente pasa y te das cuenta -de nuevo- que todo es verdad. ¿Cuántas veces ya lo he dicho? Muchas, sí, muchas veces. Entonces te das como un golpe en la cabeza y lloras, como cuando corrías de pequeña y torpezabas, pero esta vez el torpezón es más grande y ya no es culpa de que seas torpe. O quizá sí, quizá aún eres torpe porque ves lo que no debiste ver o lo que quisiste o soñaste ver.
FUISTE ESTÚPIDA.
Y caen un, dos, de a miles y sin parar; y tú solo las sostienes en tus mejillas, sin saber que hacer, porque nunca has sabido qué hacer, nunca has sabido cómo reaccionar. Ahora no es un tropezón, ahora es una caída tras esconderte de un mounstro temible, una de esas pesadillas de las cuales solo quieres salir, gritar. Y entonces te das cuenta que sigues cayendo y respiras agitada.
Tragas difícil, amargo.
Las marcas, los surcos, todas esas señas horrosas se gestan en tu rostro y no comprendes. Esa pregunta tan maliciosa y cruel nace: "¿Por qué a mí?" Por que a la gente buena tienen que pasarle cosas malas. Sí, mira solamente a tu amiga, sí, mírala. Mírate. Un espejo de mar e imaginación se presenta frente a ti y te ves, te luces: miserable. No debiste.
Eso pasó, desde el principio no debiste. A la mierda con la paciencia, a la mierda con el amor, a la mierda con las sonrisas, con los papeles, con el tiempo, con los detalles, a la mierda, a la mierda, a la mierda. Porque SIEMPRE SUPISTE Y SEGUISTE. Porque lo que más temiste sucedió y estabas completamente conciente de ello. O no fuiste lo suficientemente astuta para darte cuenta.
Diablos.
Entonces ruegas que esto no lo lea nadie, que solamente sea tuyo y que pares de llorar -porque, tonta, eso estas haciendo- y que todo este supuesto sueño, que pensaste tan hermoso, se quiebre de la manera más majestuosa posible para que haya los menores heridos. Sí, los menores heridos.
Aunque sabes que nunca hay pocos heridos; y, aunque muchos no habrá, bastará con solo uno, solo tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario