viernes, 14 de mayo de 2010

Nunca supe.

Ese día se supone que iba a ser como los demás, no menos espectacular, pero no iba a ser distinto. Iba a ser un día, sí, eso. Un día. Todo lo contrario pasó.

Fue EL día.

No imaginaba nada, no imaginaba que sucediera algo mas allá de lo que ya teníamos. Nuestra amistad era suficiente en el sentido mas conformista que podía albergar. No quería presionar a otra cosa, no quería tampoco ilusionarme, quería solo vivir que vivía contigo en ese instante, solo vivirte.

Quería -y quiero- ser tu amiga para toda la vida.

No creí a las personas que decían aquellas cosas, que profetizaban nuestra relación, no lo hice. Como te digo, no lo imaginé. Fui la última en enterarme que eso sucedería y me alegro de ello porque eso me hizo más feliz, me hizo creerte un poquito más cuando te sentaste de golpe y, con todo el cabello despeinado y las mejillas sonrosadas, me dijiste aquello.

Pronto todo parecía invadido por una nube dulce, acogedora y me hundí en tu cuerpo, en tu abrazo. Me recibiste tibio, bello, encantador. Y te quise abrumadoramente entre cada fibra de mi ser. Fue la forma mas extraña de sentirte en la que jamás te he sentido.

OH! mi chico bonito, mi precioso chico.

Gracias por sorprenderme así. Gracias por todo el cariño y por los mimos, por tus cuidados y tus bromas. Gracias por los besos y los abrazos que me has dado, me das y me darás. Y gracias porque ese día no fue un día común y no me dejaste ir.

No hay comentarios: