Parte 4 (Y espero que la última)
Buscamos nuestra mesa pero estaba ocupada Qué rápido pensé nos sentamos en otra y dejamos que las conversaciones fluyan por su cuenta mientras el helado endulzaba el paladar. No faltó mucho tiempo para que la hora hiciera presencia.
¿Eran las nueve?
Caminamos fuera del lugar y nos enrumbamos hacia Benavides, durante el camino noté más torpe mi paso sobre los tacos. Esa cosa negra te queda bien hacía referencia a los leggins, yo quise sonrojarme y agradecí el casi cumplido, una risita escapó por una esquina de mis labios y proseguimos. Quería decirle que se veía guapo, que me encantaba que se hubiera vestido así, para mí. Quería decirle que me repitiera si esto era realmente una cita y que nunca pensé que me invitaría a una. No a mí.
Llegamos a la avenida y esperamos que el carro hiciera su aparición. Llegó y nos subimos. Vaya desastre.
Debo aceptar que soy una persona muy maleable dentro de un micro, puesto que no tengo la fuerza suficiente para espabilarme cuando hace movimientos bruscos, menos aún preveerlos. Ese día no fue la excepción, el conductor era... Seguramente no existe una palabra suficiente para describir su ineficacia -o brutalidad- al volante pero fue un viaje extremadamente movido. Él parecía que se reiría de todos los saltos que daba mi cuerpo sobre el asiento y esperaba que lo hiciera, más solo mantuvo una agradable sonrisa en los labios. Quise abrazarle fuerte y decirle que lo quería muchísimo pero no era el lugar, quería que cuando lo dijera fuese especial. Fuese como cuando él me lo dice y siento todo el aire de mi pecho sale. Así quería que fuera.
Bajamos del micro y caminamos hacia mi casa. Del camino recuerdo poco, salvo algunos besos se sortearon dulcemente y que nos tomamos de la mano. ¿Porqué andamos de la mano? preguntó; miré la unión que espontáneamente había surgido. No sé si él había sido el de la iniciativa o yo pero no supe bien que decirle. ¿Querrá que retire la mano? antes de que pueda hacerlo sentí que apretó ligeramente y le observé: Sus ojos brillantes -¡bellísimos!-, sus mejillas arreboladas, su cabello suave y grácil, su sonrisa tan agradable, increíblemente embelezadora. Avanzó delante mío antes que pudiera lanzar un suspiro embobado y agrando aquella encantadora línea curva en sus labios. Sus brazos cruzaron mi cintura y me ceñí a él. Una sonrisa traviesa cruzó toda mi faz y ,con ambas frentes juntas, no dejaba de mirarle. Me besará, lo sé y será tan increíble y encantador como siempre. Será todo él.
Una llamada resonó en el camino oscuro, era mi papá que con una repetina voz displicente quería saber nuestro paradero. Entendió que estabamos lejos -al menos eso hizo, me sorprendió que lo hiciera- y caí en cuenta que tendríamos más tiempo para caminar, para disfrutarnos.
Le informé de buena gana de ese tiempo sobrante y caminamos a un parque cercano a mi casa donde solemos ir a conversar. La banca bautizada como nuestra estaba ocupada así que nos sentamos en otra. Le miré en la noche, con la luz saliendo por las esquinas de su rostro, le quité su boina mientras pensaba Ojala nunca se acabe la noche miré distraída disfrutando el silencio del parque, el ruidito del viento y de los árboles zumbar en mis oídos escondiendo secretamente mi mirada. No quería que me viera, no quería que supiera que moría por besarle, por acunarme entre sus brazos y descanzar en la curva de su cuello, acariciar entre mis dedos las lacias hebras de su cabellera y confesarle que en ese momento le quería más de lo que nunca lo había hecho. Que me había encariñado con su tan noble forma de ser.
Voltee a verle cuando me sentí capaz y lo noté cercano. Un beso, ahí estaba aquel beso.
No se bien como sucedió, fue seguir un vals inexistente, escuchar la gente alejarse y penetrar lentamente un ambiente pararelo que nunca había conocido. Sentir una calidez sin igual en un ritmo que seguía sin conocer, que era mandado por mi cabeza sin existiera real conciencia y al cual le era fiel, dulce, vehemente. Si es que en alguna vez mi alma fue capaz de salir tan suavemente de mí fue seguramente en aquel momento.
Y ya nada exitía, nada importaba, solo mis manos en su cabello y sus labios en los míos. Nada más.
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