Parte 2 (:
Miré su sonrisa y sonreí de vuelta. Me apresuré a abrir la puerta y decir un rápido "adiós" mientras salía del carro. Me sentía aletargada, quería caminar hacia él, abrazarlo fuerte y decirle lo guapo que estaba. No lo hice, caminé a un paso regular y le di un beso en la mejilla, la sonrisa nunca se borro de nuestros rostros y un bajo hola se deslizó entre mis labios. El abrazo seguía siendo una necesidad que cosquilleaba mis extremidades pero me convencía a duras penas que esperara, ya podría abrazarle después.
Escuché que mi papá refunfuñó hacia mí pidiéndome llamar a mi amigo y eso hice. Él -siempre tan amable- se acercó simpático e intercambio algunas palabras que incluían algo sobre el regreso. Me sentí como si él fuera a calzar de mi niñera e hice un puchero, poco después me volví a despedir de mi papá con un beso y caminé junto a él hacia el restaurante.
Hablamos poco, mi sonrisa seguía permanente mientras lo veía y me sentí como una niña ilusionada y tonta. Juguetee con mi cartera antes de adentrarnos al San Antonio.
Una señorita -creo que anfitriona o no se qué- le pidió su nombre y nos pidió esperar, el lugar estaba lleno de personas y conversaciones amenas. Tomamos asiento en una banca y nos miramos mientras una charla volvía a nacer.
¡AH! dijo de pronto, mientras rebuscaba algo en un bolsillo de su saco. Recordé que uno o dos días antes me había dicho que me daría un regalo y me emocioné, la curiosidad fue inyectada en todo mi organismo tan fuerte que reboté en mi asiento buscando con la mirada que tanto removía en el saco. Pronto lo vi y me alegré, fue la sorpresa más original de todas y me gusto: ¡Un huevo Kinder Sorpresa! Ese lado infantil mío salió a la luz mientras observaba su regalo, me sentí tan alegre y tuve la necesidad urgente de abrirlo. Nunca había comido uno yo solita y me la idea de tenerlo para mí -y solo y exclusivamente para MÍ- me encantó.
Comencé a comer de mi golosina mientras me enseñaba el juguete que venía, una especie de mini, realmente MINI, librito con imágenes de Bugs Bunny y el Coyote que, cuando las pasabas rápidamente, generaban una secuencia muy curiosa. Las vimos repetidas veces y conversamos más. Guardó un montón de cosas que tenía en sus bolsillos en mi cartera que solo tenía mi plata y mi celular. No pasó mucho hasta que nos llamaron, la mesa estaba lista.
La comida transcurrió calmada, con muchas risas y grandes emparedados sabrosos. La idea de los postres fue rechazada después de comer. Sería imposible integrarlos, no hubieran sido tan ricos como seguramente lo eran y la gula hubiera estado más que presente. Al termino de la cena -o lo que sea que haya sido- aún teníamos tiempo para dar vuetas.
¿Vamos a Larco?
No hay comentarios:
Publicar un comentario