Uno, dos, tres, cuatro pasos, caminaba y, derramando el miedo por la boca, no sabía bien que hacer, cómo reaccionar, qué decir o si correr la ayudaría. Entonces, lloró.
Lágrimas lastimeras se deslizaron por su rostro agilmente, el llanto cayó y los alaridos fuertes se dieron, alaridos adoloridos del no saber que había pasado, porqué había pasado, ¿porqué? ¡Ella no había hecho nada! se quejó lentamente mientras una mano temblorosa llegaba a duras penas a su boca y la tapaba, la escondía de ser oída por quién sea, por aquellos, por él, su tan querido él.
De pronto, el trecho de tierra bamboleante era más extenso, el polvo se levataba con mayor fuerza y sus ojos enpequeñecidos por una repentina furia, el incansable neviosismo y un pavoroso deseo de tener aquella puerta abierta ante si, dispuesta a acobijarle, a sostenerle un segundo, como sus brazos, como sus manos, que le acariciarían lentamente la espalda.
Tembló.
No debió salir, se dijo, nunca, Lo sintió por si en un futuro se negaba Oh cariño, pero no podía. Gimió.
Nunca escuchó sus palabras, estas nunca flotaron completas ni veraces a sus oídos, menos aún vio sus rostros con entera lucidez, eran solo manchas que adivinó de a momentos, nunca sabré quienes eran, nunca lo sabré.
Únicamente de ellos, de la palabra de aquel desdichado, recordaba una mención: "¿No es así, mamita?" Y una cantidad repentina, eran siete, quizá ocho, solo sabía que ocupaban la cuadra y que ella temió pero continuó caminando. Pensaba que dirían cosas ofensivas, que harían aquellas deformaciones gestuales que la harían repudirase un rato, pero solamente un rato; en el mejor de los casos, la ignorarían. Como si nunca hubieran visto una mujer. se daba ánimos y ponía el siguiente pie frente al otro, y mantenía la mirada altiva.
Porque nadie se iba a dar cuenta que tenía miedo, NADIE.
Entonces pasó todo, y fue tan rápido que ni siquiera pudo pensar en reaccionar, en gritar, en decir algo. Solo pasó.
Entonces pensé, porque tanta mierda tenía sucederme a mí.
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