viernes, 1 de enero de 2010

Solo un cuento.

Cruzada de piernas, las manos sobre las rodillas, el cabello acomodado de lado, la mirada altiva.

¿Podré hacerlo?


Aclaro la garganta en silencio y enfoco bajo el suelo, mis pies, el infinito bajo tierra que no logro visionar. Busco fuerzas, busco una voluntad que sea lo suficientemente alcanzable como para poder lograr mi meta inmediata. Siento mi cerebro desconectarse y volverse a conectar, los procesos neuronales, la información, Dios, la información ¿Cómo decirla? ¿Cómo decir aquello que se atraganta en mi cuello como una piedra, un roca de cal nívea? La confusión juega sucio con mis nervios pero, basándome en un esfuerzo descomunal, mantengo mi pose rígida, elegante, fingida.

Recuerdo su rostro, dentro de mi mente lo veo acercarse, una sonrisa amable, los labios estirados piden un beso, aquel beso que siempre le doy con un rubor oculto en las mejillas y precibiendo las cosquillas recorrer mi faz, mi cuello, mis hombros, mi cuerpo.

¿Estas segura de lo que dirás?

-No, no lo estoy-

Entonces, ¿por qué lo harás?

-No lo sé, siento que alguien debe hacerlo.

Otro recuerdo sale de entre las entrañas de mi memoria, no ha pasado mucho, no no lo ha hecho, cuando, con él, sentí la necesidad de decirlo. Fue como un susurro en el oído antes de escapar y esconderme de un bochorno rosado, nervioso, con pánico por saber ya la respuesta: es negativa. Pero no paso, de mí no salió nada más que cálido "te quiero", un abrazo lleno de ímpetu y nostalgia que no notó, sé que no lo hizo.

Qué bueno que no pasó.

Después, la esperada retirada, carente de encanto, terminó en un regreso atroz, incómodo, con la lengua tensa y la voz corta, un regreso que no quiero revivir. Pase algunos días hasta darme cuenta del valor de impulso que tuvo mi angustia, aquella picosa y encantadora necesidad de expresa algo que luego, note que aún no sentía, pero que estaba bien. había estado bien sentirlo -o creelo- por un momento.

Y que bueno que no pasó.

Regresando a lo anterior, comienzo a percibir en mis brazos un hormigueo punzante, la idea de retomar suena aterrorizante, la idea de decisión luce amenazante. Divagar es algo tan sublime, tan etéreo, tan perfecto, pensé.

"¿De verdad lo harás?"

Una silueta se asoma por una esquina, con esa sonrisa dulzona y esos ojos de fuga. Pierdo compostura y tiemblo.

-Alguien tiene que hacerlo-.

1 comentario:

Yo dijo...

¡Hey!, ¿esto ha pasado en la realidad?, ¿en un tiempo y un espacio? Me da intriga saber cómo pasó. Sí, me da mucha, muchísima curiosidad. ¿Me lo contarás?, quisiera escuchar un "sí"; pero, creo que es muy ambicioso, ¿no? Sí, es muy...