sábado, 7 de noviembre de 2009

"De vuelta a tus raíces"

Parte 1

Esa una frase común de mi mamá cuando quiere que haga algo que no hacía hace mucho. En este caso particular, no tuve que recibir esa frase por parte de ella, fue algo natural, propio de mí.

Era viernes, aproximadamente bordeaban las tres de la tarde y bajaba del micro que me dejaba, como siempre, en Encalada. Esta vez, no baje exactamente donde suelo bajar sino un poco -poquísimo- antes. Justo en el paradero "Vivanda". Por alguna razón desconocida levanté la vista y ahí estaba, mi pasado, mi colegio.

Hace mucho que no lo visitaba, abogo a mi favor alegando a mis horarios mal administrados pero creo que en parte tengo al culpa, nunca he intentado ir tampoco. Quizás si lo intentara iría periódicamente, pero -también quizás- si lo hubiera intentado antes no habría sentido la misma emoción que sentí. No sería tan hermoso.

Me quedé estática viendo a los chicos de quinto de secundaria salir, no sabía bien si acercarme, temía un poco. ¿Voy a casa? ¿No tenía que llegar temprano? Tengo que leer... pensaba perezosamente ¡Me he ido de la Semana Universitaria que va a estar divertida para E-S-T-U-D-I-A-R! hacía unos minutos todos esos argumentos lucían tan convincentes, ¿por qué ahora ya no lo eran? Miré buscando una cara amiga, alguien familiar entre tanto chivolo (¡JA!) y encontré a un profesor... ¡Briseño! Cuando aún recorría aquellas aulas amarillo claro solía ser -o es- el profesor encargado de la disciplina. Personalmente, me llevaba de maravillas con él, no he sido alguien muy problemático de joven.

En el instante que vi su cabello blanco y algodonado no dudé, los argumentos de responsabilidad y compromiso universitario no valían nada, no tenían un sentido coherente para mí. Crucé la pista de la peor manera y una 4x4 me mando a cacho a mí y a toda mi descendencia y ascendecia. No importaba, solo ese señor de tan lindos recuerdos lo hacía.

Corrí a pasitos cortos hasta llegar donde Briseño y le saludé con un efusivo "¡Hola!", estaba de espaldas y giró atraído por mi voz sorprendentemente melódica. Una sonrisa creció amenamente en sus labios cuarteados y dijo mi nombre con asombro. ¿Qué más podía hacer que sonreír enormemente? Nada, nada más. Me hablo con su voz antigua pero reluciente y me nombro varias veces más alegando el tiempo sin verme, También le he extrañado quise decir, pero solo me quedé con un mentiroso "No he tenido tiempo, hoy he salido temprano" y una risa tímida. No quería mentir, de verdad no quería ¿pero cómo podría decirle una verdad que ni yo conozco? No he ido estos meses... No, no lo he hecho.

Nos mezclamos en una charla corta y le pregunté por una profesora, MI profesora de sexto grado de primaria, Jéssica Negri... ¡OH que mujer tan increíblemente celestial! ¡Si tan solo pudiera, le regalaría toda mi vida estudiantil solo a ella! Ella fue -y siempre será- mi tan, TAN querida maestra y ,especialmente, amiga del colegio. Ella era y siempre será mi colegio.

"Debe estar en la puerta" dijo mientras señalaba la entrada al costado de la Iglesia, la de Primavera. Yo le agradecí rápidamente y corrí entusiasmada, quería verla, ¡necesitaba verla! el sabor dulce de la infancia, de los líos con compañeros, las bromas, las tareas y las caminatas por el patio, todo aquello que en un momento llegó a albergar monotonía en mí ahora era pura adrenalina. Era un sabroso caramelo que no se disolvía en mi lengua.

Llegué al gran portón y ya estaba cerrado, a lo lejos visualicé unos profesores, uno de ellos me vio de reojo, lo noté y gesté una curva coqueta en mi faz ¿Era la profesora Rocío? me alegré ante la idea de que haya vuelto a las aulas "consueloagustinianas", ella es -también- un grato recuerdo de mi etapa escolar, una de las personas a las que sé que puedo regresar.

Corrí hacia la otra puerta, la que se abre hacia la Av. Alonso de Molina, y encontré en su entrada una maestra nueva. No me reconocerá, puede que tampoco me crea el rollo de ex-alumna pensé. Esperé para ver si se asomaba mi profesora pero no lo hacía. Cinco, diez, quince minutos y ella no asomaba su carita amable y sus ojitos rasgaditos. Al costado vi la entrada y salida de algunos tutores y en eso salió el médico del tópico, un buen hombre que me tuvo paciencia en mis momentos de malestar relativamente seguidos. Me miró con sus ojos claros y alzó mi nombre, "¡Hola doctor!" dije con entusiasmo mientras me acercaba y le abrazaba, pintó una sonrisa asombrada y me preguntó cómo estaba, respondí alegre y poco después se despidió. Lo mismo pasó con dos profesoras y un profesor más.

El tiempo que pasaba me ponía ansiosa, No sale, no sale ¿qué podría pasa si ya hubiese salido? ¿Ya no la vería hasta cuando? inevitablemente me entristecí, tenía que hacer algo.

Vi nuevamente la puerta donde estaba la profesora desconocida y la entrada por donde salió el doctor, di otra mirada a la profesora y me decidí. Entré.

No hay comentarios: